EL VIENTO QUE AGITA LA
CEBADA
(The wind that shakes the barley)
Dirección: Ken Loach.
Países: Irlanda, Reino Unido,
Alemania, Italia y España.
Año: 2006.
Duración: 124 min.
Género: Drama.
Interpretación: Cillian Murphy (Damien),
Pádraic Delaney (Teddy), Liam Cunningham (Dan), Orla Fitzgerald (Sinead), Mary
O'Riordan (Peggy), Mary Murphy (Bernadette), Roger Allam (Sir John Hamilton),
Laurence Barry (Micheail), Damien Kearney (Finbar), Frank Bourke (Leo), Myles
Horgan (Rory), Martin Lucey (Congo).
Guión: Paul Laverty.
Producción: Rebecca O'Brien.
Música: George Fenton.
Fotografía: Barry Ackroyd.
Montaje: Jonathan Morris.
Dirección artística: Fergus Clegg.
Vestuario: Eimer Ní Mhaolddomhnaigh.
Estreno en Reino Unido: 23 Junio 2006.
Estreno en España: 15 Septiembre 2006.
SINOPSIS
Irlanda, 1920. Unos campesinos se unen para formar un ejército de
guerrilleros voluntarios y enfrentarse a los despiadados Black and Tans [Negro
y Caqui, por el color de sus uniformes], tropas británicas que habían sido
enviadas para sofocar las aspiraciones independentistas de Irlanda.
Llevado por un profundo sentido del deber y por el amor hacia su país,
Damien abandona su prometedora carrera de médico y se reúne con su hermano,
Teddy, en una peligrosa y violenta lucha por la libertad.
Cuando la lucha de los insurgentes lleva a los británicos a un punto
crítico, las dos partes firman un tratado para poner fin al derramamiento de
sangre. Pero, a pesar de la aparente victoria, estalla la guerra civil, y las
familias que habían estado luchando hombro con hombro se ven desgarradas, y sus
miembros convertidos en enemigos.
INTRODUCCIÓN
Irlanda fue invadida por primera vez por los ingleses en el siglo XII.
En esa época, el territorio estaba dividido por dominios gobernados por los
barones del lugar. Durante siglos, los grandes propietarios ingleses se
enriquecieron a costa del pueblo irlandés.
Una población de colonos se instaló allí para dirigir el país en nombre
de los ingleses, al tiempo que las leyes mantenían a los irlandeses en un
estado de sumisión. Además de impuestos y rentas, Irlanda proporcionaba a
Inglaterra productos alimentarios (productos de granja) y mano de obra barata.
Hambruna, desahucios y miseria eran el destino de la población rural de
Irlanda.
Siguiendo la estela de la Revolución Francesa, la Sociedad de Irlandeses
Unidos luchó por la independencia de su país, y en el siglo XIX el movimiento
de la Hermandad Feniana continuó con esta lucha.
A comienzos del siglo XX, las aspiraciones independentistas no podían
ser ignoradas, aunque fueron combatidas constantemente por el poder británico.
Comentarios de Ken Loach
«Empecé a interesarme por la historia de Irlanda a través de Jim Allen y
su guión para Days of Hope [1975, para televisión], acerca de un soldado que se
había alistado como voluntario para combatir en la Primera Guerra Mundial, pero
que, en lugar de ir a luchar a Francia, es enviado a Irlanda. Más tarde, Agenda
oculta (Hidden Agenda) abordaba los acontecimientos contemporáneos de Irlanda
del Norte, pero siempre me pareció que estas dos películas no podrían ser
entendidas sin conocer por qué se hizo la partición de Irlanda y cómo se
originó el conflicto. Creo que lo que sucedió en Irlanda entre 1920 y 1922 es
una de esas historias cuyo interés pervive; al igual que la Guerra Civil
Española, es un momento crucial, que revela cómo una larga lucha por la
independencia se vio frustrada en su momento de éxito por un poder colonial,
que, al desprenderse de su imperio, sabía mantener intactos sus intereses
estratégicos.
Ésa fue la habilidad de gente como Churchill, Lloyd George, Birkenhead y
otros. Cuando se vieron acorralados, cuando ya no tenían realmente ningún
interés en seguir negando la independencia, trataron de dividir el país y
dieron su apoyo a aquellos que, dentro del movimiento independentista, podían
aceptar que el poder económico siguiera estando en las mismas manos, aquellos
con los que, según se decía en la época, “se podía hacer negocios”. Es una
táctica que se ha seguido en numerosas ocasiones y en distintos lugares: a
partir de una situación de abuso cometida por el poder central, movimientos con
intereses divergentes se unen contra el opresor común, pero al final esas
diferencias acaban provocando un enfrentamiento. Estoy seguro de que algo así
es posible verlo hoy día en Iraq, donde la oposición a Estados Unidos y al
Reino Unido une a un montón de gente, que descubrirán que tienen intereses muy
distintos cuando los estadounidenses y los británicos se vean forzados a irse.
¿Qué podía haber pasado en 1922? ¿Podían haber ganado los republicanos
que estaban en contra del tratado, y en qué dirección habrían llevado a
Irlanda? Tan sólo cinco años antes, el levantamiento de marzo de 1916 había
sido liderado por el socialista marxista James Connolly, y su movimiento de
independencia se basaba en la lucha de clases: “La causa irlandesa es la causa
de los trabajadores”. Sin embargo, los irlandeses han padecido durante muchas
décadas los nefastos resultados de lo que fue realmente acordado en el tratado.
Las continuas penurias obligaron a miles de personas a abandonar su país para
dirigirse hacia Inglaterra o América. La partición llevó inevitablemente a la
guerra en el norte, con la supresión de los derechos civiles. Me quedé
sorprendido de lo familiares que siguen siendo todos esos acontecimientos en
Cork y en sus alrededores, lugares en los que estuvimos rodando. Obviamente,
todavía están presentes en Irlanda del Norte porque todavía siguen combatiendo
en algunas de esas batallas, pero, aunque yo pensaba que en el sur todos esos
recuerdos se habrían difuminado, conocimos a mucha gente con historias que
contar. Casi todos sabían el nombre de los héroes locales de las columnas
volantes (Flying Columns) y recordaban fechas y acontecimientos concretos:
“Persiguieron a un Caqui por este campo, y dos más fueron capturados allá...”.
La memoria subsiste mucho más allá de lo que se piensa.
Al principio sólo teníamos una hoja de papel en blanco y un gran fondo
histórico, y el problema era cómo destilar todo esto en experiencias humanas.
Entonces Paul Laverty diseñó unos personajes y una narración que los siguiera a
través de diferentes conflictos, alianzas y resoluciones. La película debía
describir un mundo que iba más allá de los puntos de vista individuales de cada
uno de sus personajes, debía llegar a observarlos en sus interacciones, y Paul
sabe cómo contar una historia en la que el contexto quede implícito: no es
necesario destacarlo y subrayarlo todo. Si el guión funciona bien, los
personajes podrán ser tan representativos como deben serlo y se tendrá la
certeza de que el corazón de la historia seguirá ahí. Es muy difícil que las
cosas que están mal en el guión puedan resolverse una vez que ha empezado la
filmación.
Se trataba de encontrar el equilibrio entre una verdad histórica y un
sentimiento más contemporáneo de realidad. Aparecerán sin duda algunos puristas
que pongan pegas a algunas frases, pero yo diría que, a fin de cuentas, es
pagar un precio pequeño. No se puede recrear exactamente el pasado, sólo
podemos hacer una aproximación, intentado captar su espíritu y evitando los
clichés. Las personas de más edad se fijarán más en el lenguaje, porque les
resultará más cercano. Es un equilibrio delicado, y nada de lo que hagas será
absolutamente satisfactorio.
En mi opinión, hay bastante hipocresía en las películas de guerra que
sostienen que son antibelicistas cuando una parte considerable del espectáculo
que proponen incluye explosiones y sangre. No me parece que eso sea muy serio.
Yo no diría que ésta es una película antibritánica. Animo a todo el
mundo a que vea sus lealtades en un plano horizontal, más allá de las fronteras
nacionales, así que ésta no es una película acerca de ingleses que golpean a
irlandeses. A menudo la gente tiene mucho más en común con la gente que está en
su misma posición social en otros países que con aquellos que están en la cima
de la escala social en el suyo.
Se puede argumentar que tenemos la responsabilidad de combatir los
errores y las brutalidades de nuestros líderes, tanto de los del pasado como de
los del presente. Lejos de ser antipatriótico, es un deber que no podemos
ignorar. Es curioso que Blair nos haya puesto en guardia recientemente contra
el antiamericanismo. Al hacer esto, sustituye al Gobierno de Estados Unidos por
la gente: no hay que criticar los errores que está cometiendo el Gobierno
porque estaremos atacando al pueblo estadounidense. Es un argumento falso, que
se ha utilizado mucho tiempo.
Los ingleses dejaron una herencia terrible en Irlanda, y las fuerzas
progresistas sufrieron un enorme revés después del tratado. Pero a pesar de
eso, a pesar de todo ese sufrimiento, el hecho es que los ingleses se fueron. Y
en ello hay un elemento de esperanza.»